martes, 19 de junio de 2012

LA MONARQUÍA CAPITALISTA Y ABERRANTE SOLO LE IMPORTA EL BENEFICIO DE LOS CAPITALISTAS TITULARES DE LAS FARMACÉUTICAS, EN PERJUICIO DE LOS CIUDADANOS. ESTÁN DESMONTANDO EL SISTEMA PÚBLICO DE LA SALUD, SIN IMPORTARLES QUE MUERAN MUCHOS CIUDADANOS POR DESATENCIÓN SANITARIA.


La dimensión económica de la asistencia sanitaria no debería hacer olvidar su dimensión política, ni el esforzado proceso de construcción histórica de los sistemas públicos de salud y su significación para el progreso social y el avance de los derechos civiles. Hoy es un hecho universalmente aceptado que los indicadores de salud de una población constituyen un factor fundamental para medir el bienestar social, de una manera más analítica y refinada que otros indicadores económicos como la renta per cápita o el PIB, los niveles de consumo y otros. Los índices de salud miden con mayor finura y precisión el nivel de desarrollo humano de una sociedad y ponen de relieve las desigualdades. La primera crisis del modelo sanitario del estado de bienestar ya planteó en los años 1980, tras la llamada crisis del Petróleo, la expansión de políticas neoliberales privatizadoras en busca de grandes bolsas de negocio en la gestión de los servicios de salud. La actual crisis está siendo utilizada de nuevo como coartada para imponer una mirada reduccionista, puramente ligada a la gestión financiera, del sistema público de salud. En este asunto no deberíamos consentir que también el mercado se imponga a la política. La eficiencia y la buena gestión de lo público no exige privatizaciones, co-pagos, ni restricción de servicios o exclusión de grupos marginales, que acentúan las desigualdades y, por consiguiente deterioran los índices de salud de la población. Obviamente, este es el escenario ideal para el desembarco de compañías españolas o internacionales de seguros que se proponen obtener beneficios del desmembramiento del sistema público. A pesar de las engañosas estrategias de marketing, los datos de la OCDE y los estudios epidemiológicos y sociológicos serios demuestran que el sistema sanitario público español es comparativamente barato y eficiente, y con toda seguridad la mejora en la gestión acentuaría aún más esta virtud. No es incompatible la gestión pública con la eficiencia en el control del gasto farmacéutico, ni con la regulación del uso de las tecnologías, ni con una educación sanitaria del ciudadano menos medicalizadora y consumista, que sirva para contrarrestar la presión del mercado sobre el consumo sanitario.
Los especialistas en salud pública coinciden en señalar que las desigualdades son el principal factor generador de enfermedad y es incuestionable que la privatización de la sanidad, la restricción de servicios y la exclusión de grupos de población implica un aumento de las desigualdades y un riesgo real para el deterioro de la salud. Que los responsables políticos valoren la sanidad en términos de gasto y deleguen un derecho fundamental como es el derecho a la salud a la dinámica del mercado es una verdadera catástrofe, es una renuncia política intolerable y una conducta inmoral e inhumana. El principal objetivo político frente a la crisis tendría que ser evitar el deterioro de la salud. Nuestros políticos neoliberales deberían aplicarse el viejo aforismo popular que decía que “con la salud no se juega”.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Luis:Una vez másestoy deacuerdo con
tu artículo, sin embargo hay que matizar que la Sanidad Española estaba desmadrada y no se correspondía con nuestro nivel de riqueza como pais y que el gratis total no es bueno ni para los paises ricos.
El turismo sanitario y el saber que cualquiera que pasa nuestra frontera tiene asegurada una sanidad de primera no podía congtinuar.

Las fotos muy buenas, una vez más estás con Rufino, nuestro compañero del Corralillo.