martes, 25 de octubre de 2011

LAS ENFERMEDADES MENTALES DE LOS BORBONES. EL ANSIA DE PODER.




Es necesaria la instauración de instituciones auténticamente representativas y democráticas que garanticen que, la presidencia del país se basa en el consentimiento de los ciudadanos.
Cada vez que el pueblo español se ha manifestado libremente ha votado por la REPÚBLICA. Por que el símbolo de los tres colores  -la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad- significan el arquetipo de la regeneración, del cambio y de la esperanza.
En todo caso es hoy impresentable que la legitimidad política pueda proceder de distinta fuente que la del democrático sufragio universal, en competitividad libre e igualitaria con otros candidatos a la presidencia del país. No puede caber duda alguna de que el sistema electivo tiene notoria legitimidad sobre cualquier sistema dinástico hereditario, por constitucional que éste sea.
¿Qué opinión le merece el hecho de que los Borbones en España vayan unidos siempre a contiendas fratricidas o hechos de fuerza?.
Un rasgo del perfil borbónico es el "derecho" a ser perjuros y a manipular la Historia. Así, al triunfo de la República en Madrid el rey solicitará el amparo del ejército y de la guardia civil, dispuesto a cualquier recurso con tal de mantenerse en el poder. Solo cuando evalúa que no cuenta con el apoyo del sable, mentirá, diciendo que abandona España para ahorrar sangre de matadero.
Huido de España, Alfonso XIII preparará la revancha para que se le reintegre, al precio que sea, un poder que considera patrimonial. Esta actitud nos deparará otro rasgo borbónico: el entusiasmo que despierta en el abuelo, el padre y el nieto la ideología totalitaria.

lunes, 17 de octubre de 2011

CON ESPERANZA Y SIN MIEDO, A POR LA III REPÚBLICA.

Si la desesperanza es inevitable, que la dignidad y la integridad de nuestra conciencia ciudadana impidan su degeneración en resignación y en cobardía. Hagamos nuestra al menos, aquella divisa del Quattrocento que recogió Spinoza y formó parte del juramento de los jueces ingleses: "Sin esperanza y sin miedo." Fieles aunque afligidos. Fieles a la verdad y la justicia, aunque afligidos por sus continuos desastres y fracasos. Sería ya una buena nueva para esta España nuestra en la que la desesperanza va siempre acompañada de un miedo casi ilimitado a casi todo. Miedo a la opresión, miedo a la libertad, miedo a la pobreza, miedo a la fortuna,  miedo al poder, miedo a la anarquía, miedo a la guerra y miedo a la paz de los vencedores. Y, sobre todo, miedo al miedo.
Cuando éste se supera o se sacude, comienza a tambalearse el poder y se hace posible la libertad. "No hay poder que no fomente miedo al pueblo; no hay libertad que no lo procure a los poderosos". Por eso, con libertad y pasión por la justicia, que es indisociable de la pasión por la igualdad que nos traerá la República.
Cada vez entiendo mejor la recapitulación autobiográfica de Bertrand Russel, uno de los pocos liberales verdaderos que en el mundo han sido, es decir, de los que han puesto siempre la libertad sobre la propiedad y la dignidad humana sobre la riqueza. "Tres pasiones simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y un insoportable dolor por el sufrimiento de la Humanidad." Amor. Verdad. Justicia. Son el mejor equipaje humano para el derecho propio de una democracia efectiva, que es intrínseca a la República.
Pero no hay que ponerse demasiado serios. Recientemente nos recordaba Dario Fo que los cómicos actúan contra la hipocresía, la violencia y el poder. Y, encima, haciendo reír. "Al poder, decía, no le gusta la risa."
No hay cosa mejor que reírse y distanciarse despectivamente del poder cuando olvida o desprecia la libertad, la igualdad y la justicia, es decir el derecho, del que no disfrutamos en esta monarquía impuesta por la fuerza de las armas del franquismo-monárquico. La risa la pone histérica. Si en vez de la verdad togada de la justicia buscase siempre la verdad desnuda, con sus atributos al aire, todos seríamos más felices. Nadie podrá candarnos la boca ante la impunidad ni exigirnos poner jeta de acelga ni comparar la seriedad del burro con la bragueta de un juez. Y si el poderoso se empeña en la púrpura y en la liturgia, debemos apostrofarlo con las siguientes palabras: ¡Llaneza, muchacho; no te encumbres que toda afectación es mala!. III REPÚBLICA ¡YA!.