lunes, 15 de abril de 2013

LA III REPÚBLICA LLAMA CON INSISTENCIA. LA MONARQUÍA ES INCOMPATIBLE CON LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS, SOBRE TODO EL DERECHO DE IGUALDAD A OCUPAR CARGOS PÚBLICOS. AYER CELEBRAMOS EL ANIVERSARIO DE LA II REPÚBLICA Y EL PUEBLO PIDE A GRITOS DEMOCRÁCIA PLENA.

 NO SERÁS REY, FELIPE BORBÓN
El loco, decía Lacán, no es el desequilibrado mental que se cree rey, sino el rey que se cree rey. Ser rey en 2013 es como usar un calcetín para no preñar, creer que la luz eléctrica la enciende el diablo o darse con un látigo de cinco puntas en la espalda para que los pecados se blanqueen. Por eso las coronaciones o los matrimonios reales necesitan ser tan efectistas: tienen que compensar con oropel y maneras antiguas lo increíble del asunto. ¿Te acuerdas, Felipe, de tu boda y todo aquel gasto descomunal? Los reyes, además, tienen que llenar de brumas su pasado, para que no aparezca un puñal, un veneno, una traición, un matrimonio de conveniencia, un soborno, una matazón de campesinos. ¿Quién fue el primero de la saga? Reyes, dinastías, príncipes herederos, argumentos legitimistas... Pudo ser o no. Los borbones son un accidente. Viendo la historia, un desafortunado accidente. No es que los Habsburgo, vulgo Austrias, fueran mejores. Ni mucho menos. Pero los de la flor de lis, quizá por la cercanía, vienen frenando lo inteligente en la historia reciente desde, cuando menos, la Revolución Francesa. De Fernando VII, ni hablamos.
No queremos que seas rey, Felipe. Ya no son tiempos. Tu bisabuelo entendió que este pueblo ya no lo quería. Se marchó. Si se hubiera quedado, lo hubieran encarcelado. Pese a los intentos de la derecha de exonerarle de toda culpa. Tu padre, tú mismo, sois millonarios gracias al dinero heredado. (Los crimenes de tu hermana se está discutiendo en sede judicial, tambien se debian debatir los crimenes cometidos por tu padre en el Congreso).Por decirlo amable. No heredáis solamente el derecho de convertirnos en súbditos. Siempre heredáis mucho dinero, robado al pueblo. Y luego lo sabéis mover muy bien. Por decirlo amable. Los republicanos somos amables. Sabemos que el futuro, de no mediar un apocalipsis nuclear, será republicano. Si hay catástrofe, habrá reyes. Otra razón para no quereros reinando. 
A tu padre lo nombró un dictador. Franco. A ti te nombró tu padre. Juan Carlos de Borbón. Siguiendo vuestras normas, le correspondía, por edad, a tu hermana Elena. No la dejasteis. Luego os molesta que el pueblo haga diferencias entre las personas listas y las personas tontas. Aunque viendo el comportamiento de la lista, más nos valdría que no lo fuera tanto. No hay momento en el que hayáis reinado en el que la inteligencia no os haya repudiado. Tantos siglos y no habéis dejado ni siquiera un buen libro escrito por alguno de vosotros, una sinfonía, un cuadro, una patente. A ti te pusieron en una ocasión a presentar una serie sobre la naturaleza. Tu padre ya se había bajado a unos cuantos elefantes, osos y demás animales con ojos lo suficientemente grandes como para estremecerte cuando les disparas. Bien lo sabías, pero te pusiste a darnos lecciones de respeto a la naturaleza. Siempre nos dais lecciones de lo que no hacéis. Como cuando tu padre nos habla el 24 de diciembre de la familia cristiana. De Corina, ni hablamos.
Como la iglesia, decís una cosa y hacéis otra. Hasta ecologista te han presentado. ¿Cuánta gente de la familia real está vinculada a consejos de administración de empresas altamente contaminantes? No podemos quereros. Es la voluntad de un pueblo. Necesitamos la República. La República en España es algo más que una forma de gobierno. Siempre lo hemos vinculado a un cambio de régimen lleno de simbolismo emancipador. En la historia de nuestro país, en ese mito de las dos Españas, invariablemente habéis estado en la misma. Una pequeñita donde siempre estaban también el grueso de los militares y los sacerdotes gruesos (es decir, todos), financiados por banqueros y por Santas Alianzas internacionales. También, claro, por ese pueblo abducido para vuestra causa por tener el verdugo en sus cabezas. Claro que al final hay gente de vuestro lado. Nos habéis llevado a misa a ostias y a hostias. También haciéndonos creer que los ricos también lloran o que podemos vivir vicariamente a través de vuestros palacios y vuestras fiestas. Hace más daño Salsa Rosa, el Hola y el confesionario que el Mein Kampf.
No serás rey, Felipe. Cuando estudiaste en Canadá, te dieron el premio al mejor compañero. Podrían haberte dado el de física, el de matemáticas, el de historia o el de redacción. Pero tuviste que venirte con el de mejor compañero. No haberlo recibido. Nos gustaría que fuera os celebraran por inteligentes o por solidarios, no por vuestro glamour aristocrático. Sabemos que después de los asesinatos de Al Qaeda en Atocha -qué lástima, tu padre podía haber salido a decir que no había sido ETA, pero se quedó callado, dando por buena la mentira del gobierno de Aznar y del candidato, entonces, Rajoy-, digo, después de aquella barbarie, anulaste tu luna de miel. Pero no fue verdad. Nos enteramos después de que te habías ido, en secreto, de viaje. En un avión sólo para vosotros, tus amigos -donde no hay noticia de que haya ningún trabajador-, al Caribe. Nos enteramos porque hubo un incidente en un aeropuerto en Estados Unidos. Dijiste que anulabas el viaje en solidaridad con el dolor que teníamos por los casi 200 muertos. Pero no te dolía, porque te fuiste a la playa a celebrar. Como Ana Botella con las muchachas muertas en el Madrid Arena, de las que informaba entre viaje y viaje a un balneario en Portugal. Sois la misma España. Una que no queremos. Una que necesitamos superar.
Fuiste hace poco a Caracas, a las exequias de Chávez. Escuché que te abucheaban. Te fuiste pronto. Ni siquiera te quedaste a la toma de posesión del Presidente electo, Nicolás Maduro. No tenías tampoco nada que charlar con Evo Morales, con Rafael Correa, con Cristina Fernández, con Mel Zelaya o Fernando Lugo. Esa gente ya no está en esa lógica de las Cumbres que se inventó Felipe González para hacer negocios con sus amigos. Vaya vaya con la "madre patria".
Es cierto que nunca pedisteis disculpas por el "por qué no te callas", ese tuteo autoritario de tu padre contra un Presidente electo. Nunca se contó bien esa historia. En aquella Cumbre, Aznar, nada más bajarse del avión, insultó, al pie de la escalera, a Chávez -qué gran Presidente fue Aznar, el corresponsable de la masacre de Irak-. Después de escuchar las declaraciones de Aznar, Chávez, enfadado, recordó la participación de nuestro gobierno en el golpe de Estado en Venezuela en abril de 2002. En el cierre, Zapatero, sin corresponderle la palabra, intervino, de nuevo para defender a Aznar y reprender al Presidente venezolano. Ahí es donde Chávez protestó. Y ahí es donde tu padre, quizá con una digestión pesada, saltó con esas maneras tan borbónicas. Ya ni siquiera ayudáis a una buena relación con América Latina. Por esto, tampoco puedes ser rey, Felipe.No serás rey, Felipe.
Tenemos que crecer como ciudadanos. Asumir las consecuencias de nuestros propios actos. Necesitamos solventar nuestra relación entre los diferentes pueblos de España. Con un rey es imposible ese diálogo. Tenemos que sentarnos en igualdad de condiciones.Y necesitamos discutir también nuestra relación con esa iglesia que se mete en nuestras escuelas, en nuestras camas, en nuestras universidades y en nuestros laboratorios. Con un rey católico, apostólico y romano no es posible. Necesitamos frenar el papel de los lobbies, las intermediaciones empresariales, los patrocinios interesados que invitan a tantas oscuridades. Con reyes ricos y lobistas eso no es posible.. Sois un mal ejemplo para otro tipo de emprendedores. ¿Cuantos yates y vacaciones os han financiado empresarios con intereses confesados e inconfesables?
Tenemos que tomar las riendas de nuestro futuro en nuestras manos. En la crisis actual del modelo, una crisis que es integral, ninguna solución pasa por tutela alguna. Para eso necesitamos ser ciudadanos plenos. Con un rey, no es posible. El pueblo necesita decidir quién tiene que representar nuestra aventura común como sociedad y cómo articulamos nuestras relaciones. Asumir esa responsabilidad. Crecer. Seguramente tú, Felipe, vas a priorizar el mantenimiento de tu puesto de trabajo. Es tu principal interés. Te educaron para eso. Tu interés por un lado, el nuestro por otro. A ti te hacemos siempre falta nosotros. A nosotros no nos haces falta tú. Y porque nosotros somos el pueblo, no vas a ser rey, Felipe. Pero tranquilo: no depende de ti. Sabemos que esa tarea es exclusivamente nuestra. Estamos en ello.

miércoles, 10 de abril de 2013

SE NOS FUE JOSE LUIS SAMPEDRO, ESE GRAN HUMANISTA: EL CAPITALISMO ES POR ESENCIA OBTENER BENEFICIOS PRIVADOS PARTICULARES Y MEJOR INDIVIDUALES. POR ESO NO ES EFICIENTE PRIVATIZAR. Y DEBEMOS COSEGUIR QUE LA JEFATURA DEL ESTADO SEA UNA INSTITUCIÓN PÚBLICA, NO PRIVADA COMO LO ES LA MONARQUÍA. POR LA III REPÚBLICA.



Decía el polémico economista Galbraith que la mayoría de los fenómenos económicos de importancia podían explicarse a través del lenguaje común y sencillos ejemplos; cuando las explicaciones van recubiertas de supuesto vocabulario científico y humo matemático, suelen buscar legitimar intereses particulares más que explicar el fondo de los problemas.
La cuestión de la privatización y su supuesta eficiencia esotérica, basada en las milagrosas propiedades del afán de beneficio en cualquier momento y lugar, es un magnífico ejemplo. Nos toman por idiotas.
Si nos liberamos por un segundo de la ideología dominante y nos preguntamos fríamente de qué depende la eficiencia, la respuesta seguramente irá encaminada a hablar de unos objetivos congruentes basados en unos criterios de organización y gestión adecuados ¿Es entonces el tipo de propiedad lo más inmediato para relacionar con la eficiencia? No parece lo más natural.
La evidencia también se muestra tozuda frente al neoliberalismo; algunos ejemplos: El agua que con tanto ahínco buscan privatizar en Madrid, volvió a ser recuperada y convertida en una empresa rentable en Paris. Tampoco parecen ser buenas las experiencias de los ferrocarriles privatizados en Argentina y Reino Unido, hundidos ante la falta de inversión. ¿Y la sanidad? No parece ser que el amado modelo estadounidense, que permite morir a ciudadanos de enfermedades tratables, sea además, ningún ejemplo de ahorro.
Se acusa al sector público de tendencia a la burocratización, de generar organigramas ineficientes, como si el sector privado estuviera inmunizado cual superhéroe ante estos males. Pero los gigantes ineficientes de pies de barro, tampoco parecen entender de propiedad si miramos las antaño imbatibles Ford o General Motors postradas y rescatadas, o como empresas chinas de capital mixto han demostrado desde el pragmatismo de la ausencia de derechos, ser mejores explotadores que muchos de sus competidores del -purismo del libre mercado-.
Aun así, aceptemos la premisa: el sector privado es más eficiente por definición. Y entonces miremos un poco más allá, haciéndonos la pregunta que sesudos analistas omiten hacer: ¿Qué entendemos por eficiencia?
Si nos atenemos a la visión convencional, empresa eficiente es un eufemismo de empresa rentable; cuanto más mejor. Parece lógico que las empresas actúen de este modo, aunque es cuestionable el hecho de sustituir la palabra rentable o lucrativa por eficiente, para revestirlo todo de una supuesta carga científica. Otra vez, si miramos un poco más allá, comienzan a surgir los problemas debajo de la alfombra.
¿Es la sanidad más rentable la más eficiente? Pongamos un sencillo ejemplo: El antiguo paciente de la sanidad pública es ahora un cliente de la eficiente sanidad privada. Bien, si nos encontramos sujetos a la lógica de la máxima rentabilidad como criterio, y el gestor privado del hospital tiene la opción de elegir entre curar una enfermedad o cronificar la misma con tratamientos paliativos ¿Cuál será su incentivo? Asusta pensarlo, pero en marketing lo llaman fidelización del cliente.
Pensemos también en la agricultura, y en el peligro latente de las llamadas semillas terminator, esterilizadas para hacer dependientes año a año a los pequeños productores. Tampoco nadie duda de lo rentable que resulta destruir la también privatizada Iberia, no para los trabajadores claro, sino para los eficientes bolsillos de los corsarios financieros. ¿Hacer negocio con la muerte? Seguro que privatizar cementerios y cobrar tasas por mantener los nichos es eficiente, es decir, rentable.
No deberíamos sorprendernos, el ataque a lo común va mucho más allá de lo que queremos ver y se dirige a la esfera local, amenazando la realidad de miles de pequeños municipios; por definición ineficientes, prescindibles por tanto, como sus urgencias sanitarias. Con el anteproyecto de ley de reforma municipal se abre la veda: el agua de los municipios, la gestión de residuos, mercados centrales o cementerios pasarán a ser objetivos prioritarios. Una ley nacional para una imposición europea, como casi siempre. Al menos, se agradece la claridad en los objetivos buscados: “ se suprimen monopolios municipales que venían heredados del pasado y que recaen sobre sectores económicos pujantes en la actualidad.” Anteproyecto de Ley para la Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local
¿Pero no habíamos quedado en que lo público siempre es ineficiente? Sorprende entonces que se acuse a los municipios de acaparar actividades rentables y no deficitarias. ¿Potencialmente demasiado rentables para ser públicas? También es llamativo que la mayoría de las hoy punteras grandes multinacionales españolas, procedan del oxidado sector público español; la herencia recibida a precio de saldo no debió ser tan mala como se ha querido hacer ver desde determinadas esferas de poder.
Cuanto más avanzamos más dudoso parece el otorgar características milagrosas al afán de privatizar, y menos demoniacas las características que presenta el sector público. Esto nos podría llevar a pensar que la propiedad al fin y al cabo no importa, como parece querer demostrar la experiencia China. Nada más lejos de lo que quiere mostrar este artículo.
La propiedad en última instancia claro que importa; y mucho. Importa porque solo desde fuera de la empresa privada podemos entender la eficiencia como algo diferente al máximo beneficio económico: la eficiencia en pro del beneficio social, la única compatible con un desarrollo ecológicamente sostenible, con no esquilmar ecosistemas bajo la lógica de la ganancia. Importa porque, al fin y al cabo, todo el mundo prefiere ser el dueño del fruto de su trabajo a vivir con un salario cada vez más precario, subempleado en un puesto de trabajo donde no comprendes muy bien para qué estudiaste tantos años aquello que te gustaba.
Sin duda, pura utopía a día de hoy. Quizá, abrir los ojos ante las mentiras que se convierten en verdad de tanto repetirse, sea el impulso que nos haga caminar hacia una sociedad donde la eficiencia, sea algo más que el afán insaciable de lucro.